“Si hay algún lugar en Rioja capaz de inspirar toda la poesía que entraña el mundo del vino, este es sin duda la bodega de Contino y su viñedo circundante. La creación de un bodeguero con una especial sensibilidad humanística, que confiesa encontrar en este remanso de paz, a sus 58 años, un trozo de cielo en medio de la vorágine cotidiana. Seguro que también le hubiera gustado a su bisabuelo y fundador de Bodegas CUNE, D. Eusebio Real de Asua. Marinero en tierra, José Madrazo cambió en 1973 las turbulentas aguas oceánicas -es capitán de la Marina Mercante- por la no menos apasionante aventura de pilotar una nave centenaria como CUNE, de cuyo Consejo de Administración es secretario y responsable directo de sus viñedos”.
Escribí este texto al final del invierno de 1993 para la sección ‘Galería / Personajes del Rioja’, una serie de magníficos retratos realizados por el fotógrafo Jesús Esteban, que publicábamos en La Prensa del Rioja por aquellos años. Me ha venido rápidamente a la memoria al conocer el fallecimiento de José Madrazo (Madrid, 1935), pues fue una de esas entrevistas que dejan huella, tanto por el personaje como por el entorno, esa extraordinaria Finca de San Rafael abrazada por un meandro del Ebro y presidida por el olivo milenario que tanto apasionaba a Manuel Llano Gorostiza, colaborador imprescindible en la creación del concepto de ‘château’ que inspiró Contino. Aunque fueron muchas las ocasiones que tuve de aprender de su siempre amable y sabio conversar hasta su jubilación a finales de los noventa, aquel fue un momento especial, quizás auspiciado por la advocación a San Gregorio Ostiense que la bodega exhibe incluso en su simbología corporativa. Aunque el verdadero protagonista del lugar sea el ‘contino’ (guardia real) Pedro de Samaniego, a quienes los Reyes Católicos donaron la propiedad, que ya contaba en esa época medieval con viñedos y bodega. Consejero de Cune desde 1965, donde compartía singladura con su amigo Luis Vallejo, otro apasionado de la vela con el que disputó y llegó a ganar importantes regatas, José Madrazo consideraba a Contino ‘la obra de su vida’, paternidad que decía compartir con Manuel Llano. Me confesó que desconocía la viticultura hasta la puesta en marcha de esta bodega en 1974 y que le parecía muy bonito el hecho de que cada año fuera cambiante. “El mundo del vino –me aseguró- da muchas satisfacciones, sobre todo por la relación con la gente y porque propicia el buen vivir”, filosofía de vida de la que era entusiasta defensor y practicante. También me dijo aquello de que “aquí no se jubila nadie, se muere con las botas puestas”, pero era aún el año 93 y al mundo del vino le quedaban por delante grandes cambios. Cinco años después, en febrero de 1998, me anunciaba su intención de jubilarse en un par de años. Fue la última ocasión en que tuve la oportunidad de disfrutar de su gran cordialidad y de la certera visión que tenía del negocio del vino, afinada por la amplia experiencia del mucho mundo recorrido. Es probable que en aquella comida que compartimos en la bodega nos acompañara también su hijo Jesús, que ese año asumió la dirección técnica de Contino. Mis más sentidas condolencias para él y su familia. (Texto: Javier Pascual / director de La Prensa del Rioja)