
Control de calidad previo a la vendimia realizado por un técnico del Servicio Habilitado de Veedores del Consejo Regulador
No sabemos aún si el exministro de Agricultura Miguel Arias Cañete alcanzará sus aspiraciones de ser comisario europeo, pero al menos nos dejó a los riojanos como regalo de despedida la promesa de que la Ley de Denominaciones de Origen atenderá las demandas del sector vitivinícola riojano en cuanto a mantener el modelo de control de calidad que ha venido aplicando el Consejo Regulador. Es un objetivo que el sector ha perseguido durante 10 años, pues desde la promulgación de la Ley del Vino de 2003, de paternidad política bien conocida, el marco legal de la Denominación ha sido un motivo de gran preocupación. Es ilógico que se haya dilatado tanto la solución, porque si algo ha sido ya plenamente reconocido por cualquier iniciado en el mundo del vino es que el Consejo Regulador de Rioja ha sido capaz de aplicar de forma muy eficaz una normativa de autocontrol mucho más rigurosa que la de otras zonas vitivinícolas. Por ejemplo, es una de las pocas en el mundo que exige el embotellado en origen para toda su producción. Esta actuación ha transmitido seguridad y confianza a los consumidores, como se ha evidenciado en diversos estudios de mercado, y ha contribuido a que los vinos de Rioja hayan alcanzado la posición de liderazgo que actualmente ocupan entre las más prestigiosas denominaciones de origen históricas del mundo.
Dicho esto, hemos de reconocer que, a pesar de su antigüedad, no todo el público consumidor sabe muy bien para qué sirven los consejos reguladores y si son necesarios o no. La misión fundamental de los consejos reguladores es garantizar la autenticidad y la calidad de los vinos que se producen en el marco geográfico amparado por una denominación de origen, además de promocionar su imagen y defender los intereses del sector. Y aunque alguno haya dicho que consideraba al Consejo Regulador de Rioja como un obstáculo para sus aspiraciones, si la gran mayoría de viticultores y bodegueros no fueran plenamente conscientes de su necesidad y utilidad, el Consejo no existiría. En realidad son los propios bodegueros y viticultores quienes integran el Consejo Regulador y financian sus actuaciones tanto en materia de control de calidad como en promoción.
En definitiva, el sector vitivinícola riojano gestiona a través del Consejo Regulador el modelo de Denominación que mayoritariamente ha decidido configurar a lo largo del tiempo, un modelo siempre en proceso de adaptación a las necesidades de cada momento. Por ello, ciertas acusaciones de inmovilismo dirigidas contra el Consejo Regulador solo pueden hacerse desde el desconocimiento de la propia estructura y funcionamiento de la entidad, así como desde el desconocimiento de la evolución histórica de esta Denominación, sin duda la zona más dinámica de la vitivinicultura española y una de las más punteras en el panorama internacional. (Texto: Javier Pascual / director de La Prensa del Rioja)