Durante los últimos años se ha venido hablando mucho de los blancos de Rioja como una asignatura pendiente. Se piensa en el sector que el aumento que está teniendo el consumo de este tipo de vinos en España no se ha aprovechado por no disponer de la oferta adecuada. El Plan Estratégico de Rioja marcó en 2005 como uno de los objetivos prioritarios el desarrollo cuantitativo y cualitativo de los vinos blancos, se aprobó la introducción de nuevas variedades, pero las plantaciones apenas se han hecho aún. Nadie duda que a Rioja se le identifica como tierra de tintos, sobre todo criados en barrica, pero tendríamos mala memoria si no reconociéramos que hay una larga tradición histórica en la producción de vinos blancos. En alguna época pretérita incluso llegaron a ser mayoritarios, pero lo que más les ha distinguido en el último periodo histórico ha sido su singularidad como vinos de largo envejecimiento. Hemos de reconocer que los blancos jóvenes, frescos y afrutados que la tecnología del acero inoxidable permitió lanzar al mercado en los años ochenta no ofrecían la suficiente diferenciación sobre los producidos en otras zonas vinícolas.
Como ejemplo de esos vinos singulares de la historia de Rioja encontramos los blancos semidulces, un tipo de vinos que tuvieron un gran éxito comercial durante los años cincuenta y sesenta, en que se les consideraba los vinos favoritos de las mujeres. Pero los cambios en las tendencias del consumo los condenaron a cierto ostracismo a partir de los años ochenta. Tan solo unas pocas bodegas clásicas, con marcas muy consolidadas, mantuvieron este estilo de vinos, como es el caso del famoso Diamante de Franco Españolas, al igual que ocurrió con los más conocidos y tradicionales blancos secos de Rioja con larga crianza en barrica de roble, entre los que Viña Tondonia es toda una referencia.
Felipe Nalda, enólogo durante medio siglo de Bodegas Riojanas, otra de esas bodegas que han mantenido la tradición, conoce bien los secretos y peculiaridades de un tipo de vinos tan especiales como los blancos semidulces, cuyas raíces en Rioja atribuye a la influencia francesa de finales del siglo XIX. Es el caso de Viña Albina ‘Vendimia Tardía’, un blanco semidulce de la categoría reserva, prácticamente único en Rioja, que Felipe Nalda comenzó a elaborar en pleno cambio de tendencia, justamente hace ahora treinta años. Un vino hecho de vides antiguas y de baja productividad, que solo se obtiene en añadas muy concretas, como la 2008 que ahora acaba de presentar la bodega, porque la climatología riojana no es propicia para el desarrollo de la ‘podredumbre noble’, que es la que origina esas uvas con mayor concentración de azúcar, casi pasificadas, con las que elaborar este tipo de vino. Además la producción de este vino, tan genuino y original como difícilmente comparable a otros vinos, se limita a unas tres mil botellas por añada. Un vino ideal para el disfrute de los sibaritas. (Texto: Javier Pascual / director de La Prensa del Rioja)